viernes, 25 de abril de 2008

El tiempo no perdona.

Siempre había sido delgada y esbelta, una cara bonita que con la capa de maquillaje encima se volvía de ensueño.

So pelo, oscuro y abundante, le caía a los lados del rostro, como si de un marco se tratara.

Ahora los años habían pasado, y nada era lo mismo, estaba sola, pues sus caprichos de juventud nunca se saciaron al lado de un solo hombre, y a estas alturas ya no encontraría ninguno. Tampoco gozaba de los trabajos y placeres de aquel entonces, puesto que a la vista quedaba que ya no era capaz de ello.

Si la miras fijamente, veras un cuerpo que gritaba que en él hubo belleza tiempo atrás, unas manos que habían sido lisas, suaves, tersas, y que ahora solo mostraban arrugas, venas, y el paso del tiempo en ellas.

Un cuello flácido, del que colgaba un collar, intentando disimular con cosas caras aquello que no se compra, y al subir la vista…

Esa cara, pequeña, en la que se podía ver perfectamente la calavera de hueso que sostenía y daba forma a esa piel maquillada, en un ultimo intento desesperado por quedarse en el pasado.

Unos labios amoratados, que gritaban estar hartos de fumar un cigarrillo tras otro.

Las mejillas, huesudas, angulosas, que hacían de camino hacia los ojos, unos ojos de los que colgaban bolsas, ojerosos, mostrando el cansancio producido por el desgaste de los años…

Esos ojos… Azules, impasibles, inmóviles, fríos, como un océano en invierno. En ellos casi se podía leer su vida entera, tristes, solos, llorando sin lagrimas, pidiendo en silencio el cariño que rechazó tiempo atrás, que buscan pero no encuentran aquello que anhelan, tantas cosas que había dejado pasar de largo…

El tiempo nunca pasa en vano, nunca volverá, y nunca te brindará de nuevo lo que ya te ofreció…

Aprovéchalo.

No hay comentarios: