- Solo se conocen las cosas que se domestican – dijo el zorro -. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran las cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
- ¿Qué hay que hacer? – Dijo el principito
- Hay que ser paciente – respondió el zorro -. Te sentarás al principio un poco lejos de mi, así, en la hierba. Te mirare de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco mas cerca…
Al día siguiente volvió el principito.
- Hubiese sido mejor venir a la misma hora – dijo el zorro -. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz a las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.
- ¿Que es un rito? –dijo el principito.
- Es también algo demasiado olvidado – dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas.
[…]
El principito se fue a ver nuevamente las rosas:
- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aun – les dijo -. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era mas que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron molestas.
- Sois bellas, pero estáis vacías – continuó -. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigue con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas mate (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuche quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa.
El Principito.
Antoine de Saint-Exupéry
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